¿Cómo diablos resistirnos a tantas deformaciones del entorno? ¿Cómo crear un entorno favorable?
Está comprobado que el entorno influye directamente en las decisiones que tomamos. En el libro "Atomic Habits" de James Clear, se menciona la siguiente frase: "El entorno es la mano invisible que moldea el comportamiento humano".
La cultura se compone de acciones, tradiciones, hábitos y pensamientos compartidos por un grupo de personas. Cambiar la cultura es extremadamente difícil, ya que por naturaleza nos resistimos al cambio. Implica abandonar viejos hábitos y adoptar nuevos, requiere esfuerzo y salir de nuestra zona de confort. No todos están dispuestos a hacerlo por diversas razones, como la falta de conocimiento sobre cómo hacerlo, la incapacidad para visualizar los beneficios finales o la falta de un nuevo sistema en el que basar sus creencias.
La situación en México es grave. Tenemos pruebas frente a nosotros: somos el país con el mayor índice de obesidad infantil en el mundo. Esto no solo afecta el desarrollo físico e intelectual de los niños, sino también el sistema de salud, la pobreza y la violencia. Los alimentos procesados no solo proporcionan calorías vacías, es decir, alimentos que nos llenan pero no nos nutren, sino que también afectan la salud metabólica de múltiples maneras, como la reducción de la sensibilidad a la insulina, la promoción del estrés oxidativo y la alteración del microbioma. Los principales factores que los hacen perjudiciales para la salud metabólica son su alto contenido de azúcar añadido, calorías, sodio y grasas trans.
Además, la superindustria de alimentos ha empobrecido el campo a lo largo de los años, lo que ha causado migraciones masivas a países en desarrollo en busca de una mejor calidad de vida. Los riesgos que enfrentan estas personas se traducen en violaciones, secuestros, abusos y violencia. Ni siquiera quiero comenzar a hablar del impacto ambiental de la hiperindustrialización y la explotación de la tierra.
Es grave minimizar el impacto que la comida chatarra puede tener en nuestras vidas y en las de nuestros hijos. Es impensable ignorar el impacto en la salud y en el entorno. Tengo el privilegio de haber estudiado una licenciatura en nutrición, tres maestrías y tres diplomados. Escucho podcasts y leo la evidencia más actualizada en diversos temas. Es decir, cuando decimos que la educación mejora el mundo, lo hace al transformar nuestras mentes y tomar acción al respecto, aunque sea de manera local. Me resulta inconcebible mantenerme indiferente ante toda esta evidencia.
Repito, no es un problema menor y no se trata simplemente de un dulce más o menos, de un refresco de vez en cuando. No me considero radical, pero ante problemas graves, debemos alzar la voz (aunque incomode a algunos), especialmente cuando tenemos el privilegio de contar con educación y recursos. ¡Maldita sea, no es posible que en mi entorno, donde la mayoría de la gente pertenece a una clase social acomodada, no se inmute ante esta amenaza! Existen muchas acciones pequeñas y grandes que podemos realizar para resistir el entorno patológico, que incluye el consumo desmedido de productos a un solo clic, la alimentación de mala calidad, las conversaciones superficiales y sin conflictos porque resultan incómodas, las noticias resumidas en 140 caracteres, entre otros.
En mi opinión, la clase media y alta de México debería estar más consciente, empoderada y activa. Debemos tener empatía hacia aquellos que no pueden ocuparse de otros temas porque están en modo supervivencia. El privilegio se puede utilizar de muchas formas, pero sobre todo para promover el bienestar común. Si todos están mejor, todos nos beneficiamos. Volteemos a ver a sociedades más avanzadas y aprendamos de los mejores modelos sociales, no de los peores. Imagínense cómo reaccionaría la sociedad francesa si a sus hijos los alimentaran con refrescos en la escuela.
Esta es mi humilde, breve e impetuosa opinión como persona y como madre, ni siquiera como maestra en nutrición. Espero que juntos podamos aumentar la conciencia, seguir cuestionando nuestros hábitos, acciones, etc., y no dejar de hacernos preguntas, como bien dice El Principito: "No abandones la pregunta".
"Nadie está a salvo hasta que todos estemos a salvo".
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